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ATARI

  • Foto del escritor: Omar Rueda Olmos
    Omar Rueda Olmos
  • 17 mar 2023
  • 8 Min. de lectura

Actualizado: 15 abr 2023

Para aquellos que nacieron en la era de las consolas y cuya formación "videojueguil" proviene de los sistemas fabricados por Nintendo, Sega o Sony, Atari tiene el aspecto de una presencia amorfa dentro de la cultura de los videojuegos: una marca legendaria que se ha diluido con el paso de los años tras innumerables fusiones, adquisiciones y bancarrotas. Un titán de la era de las recreativas con un destino trágico.



Su historia está plagada de cambios a nivel corporativo, pero en esencia se reduce a una única persona y una gran idea. Los fundadores de Atari, Nolan Bushnell y Ted Dabney, se conocieron en 1969, mientras ambos trabajaban en una compañía llamada Ampex y pudieron desarrollar la primera Arcadia accionada con monedas para una compañía llamada Nutting Associates. Aquel prodigio recibiría el título de Computer Space. El juego vería la luz en 1971, y aunque estuvo lejos de ser un éxito a nivel nacional (algunas fuentes culpan a Nutting, aunque el propio Bushnell reconoció años más tarde que el problema era colocarlas fuera de los campus universitarios), se llegaron a vender 1.500 unidades, lo que le proporcionó a Bushnell y Dabney el suficiente dinero para continuar con su negocio de Arcadias.


La nueva compañía, bautizada originalmente como Syzygy Co, se fundó ese mismo 1971, pero tras descubrir que el nombre ya estaba registrado en California, la pareja lo cambió por Atari Inc. en 1972. La palabra “Ataru” significaba “dar en el blanco” en japonés y estaba asociada a la buena fortuna. El nombre procedía del Go, un milenario juego de mesa chino, del que Bushnell era un gran fan. Aquella expresión era el equivalente al “Jaque” del Ajedrez.


Dabney inventó la tecnología que permitía mover puntos por la pantalla (sin tener que recurrir a una cara computadora) a la que bautizaron como “Spot Motion Circuit”. Con ella podían mover un punto arriba, abajo, a la izquierda y derecha de la pantalla. Aquello abrió la puerta a un mundo completamente diferente al de los supercomputadores sobre las que corría Space War. Por fin era posible manufacturar placas recreativas a un coste relativamente asequible, la génesis de una nueva industria.


En septiembre de 1972, Bushnell y compañía instalaron el prototipo de Pong (confeccionado con una tele en blanco y negro y un mueble pintado de naranja) en un bar llamado Andy Tapp’s Tavern con cuyo dueño, Bill Gattis, mantenían una buena relación. La química entre los parroquianos del bar y Pong fue inmediata; empezó a aparecer gente en el local con la única intención de jugar con la máquina, sin siquiera detenerse a tomar una cerveza. Alcorn siempre suele recordar una anécdota en particular: Sólo unos pocos días después de instalar la máquina, el dueño del bar le llamó para repararla, ya que había dejado de funcionar. ¿El problema? Las monedas de 25 centavos habían rebosado el receptáculo del dinero, confeccionado a partir de una jarra de cristal.


Bushnell presentó el prototipo de Pong a dos compañías distintas: Bally (con la que Atari tenía un contrato para fabricar un juego de conducción) y Midway, pero al final pensaron (con bastante buen criterio) que podrían ganar mucho más dinero fabricando ellos mismos la máquina a gran escala.


Pong tuvo un éxito arrollador. Una sola máquina era capaz de recaudar alrededor de 40 dólares al día (unos 220 dólares actuales, si ajustamos la inflación). A finales de 1973 habían despachado 2.500 Pongs y en 1974 ya se podían encontrar más de 8.000 máquinas en bares, salones recreativos, restaurantes y todo tipo de comercios.


Atari no inventó la rueda, eso está claro. Tanto Computer Space como Pong estaban inspirados en creaciones de otros. La gran pregunta es ¿Realmente inventaron los videojuegos modernos o simplemente los hicieron viables, económicamente hablando?


La trayectoria de Atari parecía imparable, pero también sufrieron unos cuantos traspiés. En 1974 la compañía encadenó un puñado de decisiones poco acertadas. Bushnell casi lleva a Atari a la bancarrota por sus ambiciosos planes de expansión a nivel internacional y el dineral que les costó el desarrollo del juego de carreras Gran Trak 10 (cuya cabina incorporaba volante, cambio de marchas y pedales de aceleración y freno). De acuerdo al historiador Steve Fulton, el éxito de Tank salvó a la compañía de la ruina.

En 1976 Bushnell (tras haber comprado al cofundador Ted Dabney su parte del negocio en 1973), la vende al conglomerado Warner Communications por 28 millones de dólares. Una decisión que a la larga supondría una sentencia de muerte para Atari, y la desvinculación de Bushnell con la empresa, aunque antes de que eso sucediera, hubo tiempo de una proeza más: la creación de la VCS, la consola que acabaría recibiendo el nombre Atari 2600.

La historia de la 2600 arranca en 1975, cuando Atari buscaba la manera de llevar sus éxitos recreativos al mercado doméstico. La aparición del MOS Technology 6052, el primer microprocesador “asequible”, supuso toda una revolución tecnológica que hizo posible la aparición de los primeros ordenadores domésticos. La Atari VCS acabaría recurriendo a él, al igual que sus primos, los ordenadores Atari 400 y 800, además del Apple II, la NES, el BBC Micro o el Commodore 64, combinado con los cartuchos ROM, una manera bastante barata de almacenar los programas, hizo posible que la gente pudiera disfrutar de videojuegos de calidad sin tener que desembolsar miles de dólares por cada programa.


Comercializada en Estados Unidos en octubre de 1977 (y un año más tarde en Europa), la Atari VCS se acompañaba de dos joysticks cuyo diseño se ha convertido en un icono de la historia de los videojuegos, y además era compatible con mandos tipo paddle (como los de Pong). Costaba la friolera de $199 (lo que equivaldría actualmente a 800 dólares). Su alto precio, unido al desconocimiento del gran público (que tardó en comprender que se podía jugar con ella a mucho más que al Pong), lastró sus primeros años en el mercado. Durante 1977 y 1978 sólo lograron vender la mitad de la producción de consolas. A finales del 78, sólo se habían vendido 750.000 consolas, a pesar del dineral gastado por Warner en marketing (nada menos que cinco millones de dólares de la época).


En 1978 Nolan Bushnell abandona la compañía. La aparición de los Space Invaders de Taito volvió a desatar una fiebre por las recreativas y los videojuegos, y Warner continuó dilapidando una fortuna en marketing, logrando por fin ese éxito que hasta entonces se les resistía. Sólo en 1979 se colocaron un millón de consolas VCS, y la cifra se duplicaría al año siguiente, e iría duplicándose año tras año hasta alcanzar los 10 millones de consolas vendidas sólo en la campaña de 1982.


En 1982 los beneficios de Atari suponían un 70% de las ganancias de Warner. El conglomerado obtenía de los videojuegos mucho más dinero que con la música o el cine, pero Ray Cassar, el CEO de la compañía, acabó por estrangular a la gallina de los huevos de oro. El departamento de R&D fue diezmado en 1979, sustituyendo a las fuerzas creativas de Atari por grises ejecutivos.

En 1979, cuatro de los mejores ingenieros de Atari (David Crane, Alan Miller, Larry Kaplan y Bob Whitehead) fundaron una nueva compañía llamada Activision. Su meta: crear juegos para VCS mejores que los de la propia Atari. En 1981, Atari demandó a Activision por fabricar juegos para su consola. Pero los cartuchos de Activision copaban las listas de éxitos, llenando sus arcas de dinero y los sucesivos pleitos de Warner no hacían ninguna mella en ellos. Mientras tanto el mercado estaba siendo saturado con cartuchos para la VCS de una calidad infumable, muchos de ellos procedentes de la propia Atari, como el penoso port de Pac Man de 1982.


El crash de los videojuegos del 83 hizo polvo a la compañía. Toneladas de cartuchos sin vender se enterraron en el desierto, incluyendo miles de copias del atroz E.T. The Videogame.


La siguiente creación de la división de ordenadores sería el Atari 520ST, una computadora de 16 bits que acabaría teniendo una larga, y próspera, existencia en el mercado.


En 1993, sólo un año después del lanzamiento del Falcon (un ordenador de 32 bit), Atari Corporation cerró la división de ordenadores domésticos para centrarse en la fabricación de una nueva consola, antes de eso, tuvieron ocasión de fracasar una vez más, esta vez en el campo de las consolas portátiles. La Lynx fue en realidad una creación de Epyx, pero éstos se la vendieron a Atari en enero de 1989. El gran problema de la Lynx, un auténtico maquinón con pantalla a color y gráficos de arcadia, era su enorme tamaño y la velocidad con la que consumía las pilas. Bueno, eso y que tuvo que vérselas con el fenómeno Game Boy de Nintendo (y la extraordinaria versión de Tetris que vendían junto a la consola). La irrupción de la Game Gear de Sega, con un catálogo de juegos bastante más atractivo, acabó sentenciando de muerte a la pobre Lynx.

Pero sería la nueva consola Jaguar la que acabaría certificando la muerte de Atari.


Lanzada en 1993, fue la primera consola de 64-bit del mercado. Aunque tenía potencia para dar y tomar, el terrible diseño del mando y su flojo catálogo impidieron a Jaguar medirse de igual a igual con Super Nintendo y Mega Drive, las reinas del momento. Sólo llegaron a comercializarse 67 juegos de Jaguar. Aunque entre su parco catálogo podíamos encontrar auténticas maravillas, como Tempest 2000 y Alien Vs Predator, la máquina fue un fracaso sentenciando para siempre a Atari.

En 1996, Tramiel tiró la toalla y la compañía desapareció. El nombre de la marca y todo su legado acabaría en manos de un fabricante de discos duros llamado JTS.


El retorno de una leyenda, sólo en el nombre


Tras morir otra vez (su primer fallecimiento fue a manos de Warner), Atari resucitaría dos años más tarde de la mano de Hasbro Interactive. El gigante juguetero pagó a JTS 5 millones de dólares, principalmente, para hacerse con la marca Atari. En el año 2000 Hasbro vendería su división de videojuegos a la francesa Infrogrames. En 2003 decidieron explotar el legado de la compañía fundada por Bushnell para ganar visibilidad a nivel mundial y dejaron atrás el nombre de Infogrames para adoptar el de Atari a nivel de distribución. El mítico logo de las tres barras blancas sobre fondo rojo acabaría ilustrando las carátulas de lanzamientos tan variados como Driv3r o el Alone in the Dark de 2008.


La herencia recreativa de Atari (Pong, Centipede, Tempest…) volvería a estar alcance de las nuevas generaciones a través de innumerables recopilaciones para todo tipo de sistemas a lo largo de la primera década del nuevo siglo, pero la vieja Atari, la fabricante de hardware, el hogar de coin-ops increíbles, jamás volvería. Su muerte definitiva llegaría en enero de 2013, con una nueva bancarrota.


Si volvemos la vista atrás, es evidente que Atari firmó su sentencia de muerte cuando cayó en las garras de Warner. Puede que bajo el control de ésta cosechara grandes beneficios, pero también perdió todo rastro de la creatividad que mostró en sus inicios, y la inutilidad de sus gestores, su falta de ambición, acabó por llevarla a la ruina. Su fundador, Nolan Bushnell, así lo cree. “Por supuesto que Atari podría haber competido actualmente con Xbox y PlayStation”.

Puede que Atari no inventara los videojuegos, pero sí es la inventora de esta industria que tanto amamos. Y fueron los creadores de una manera de hacer juegos que hoy sigue en plena vigencia: fáciles de aprender, difíciles de dominar y, sobre todo, accesibles para todo el mundo.

 
 
 

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